A primers de
setmana vaig llegir, amb massa pressa haig de reconèixer-ho, un article d’ Olmedo
Beluche, La pedagogía del opresor:
educación por competencias, on reflexiona sobre educació i política a
partir d’un article de Juan
Planells, tots dos professors d'universitat panamenys. Bàsicament Beluche fa una crítica a l’educació
per competències i com aquestes semblen
subjugades a les classes dominants i a la generació de treballadors/individus dòcils i sense coneixement ni actitud
crítica davant la seva realitat.
Lluny d’estar-hi d’acord
en tot, sí crec que no hem d’oblidar la idea essencial, la càrrega política de l’educació. No hem d’oblidar
que l’educació per competències ha de poder permetre, hem de poder permetre, que
els nens i nenes siguin protagonistes del seu aprenentatge, partícips del seu
aprenentatge per a ser protagonistes, partícips i modificadors de la realitat, la seva realitat.
Llegint l’article
vaig recordar un escrit lítero-crític
que havia fet per un fanzine
fa ja tres anys. Aquell escrit parlava de mi, de nosaltres els mestres, com a
figures repressores en tant que desvinculats del sentit polític de l'educació, desvinculats del desenvolupament crític, actiu i participatiu. Canviant la paraula represión per opresión...crec que el
sentit és el mateix. Tot i que pugui no semblar-ho, el seu esperit absolutament
crític, ho és també absolutament constructiu i positiu, crec...
OPRESIÓN
¡Fantástico tema éste de la opresión! Me gusta
especialmente debido a que soy sujeto
activo en este campo: ejerzo la opresión. Soy un opresor. No puedo evitarlo y
cuando les explique quién soy y de dónde vengo no les quedará duda alguna de
que soy un opresor mayúsculo: OPRESOR.
Todo
empezó hace ya unos años cuando ingresé en aquel asombroso lugar llamado
escuela pública. Tenía yo unos 6 años, casi era ya un hombrecillo. Estuve en
aquel lugar durante cuatro años entre otros casi hombrecillos y otras casi
mujercillas como yo. Como norma general
estábamos a cargo de un ya hombre o una
ya mujer, sabi@ y poseedor@ de la razón, que nos asignaba tareas y nos daba
instrucciones sobre cómo, dónde y cuándo hacerlas. Los porqués no los
recuerdo... Los recuerdos que tengo son
especialmente felices, eso sí.
Evidentemente
(y los motivos son evidentes del mismo modo) no oímos hablar, ni por activa ni
por pasiva, ni de forma literal ni en sentido figurado, ni directa ni
indirectamente, ni en teoría ni de forma práctica, de libertad, de justicia, de transformación
global, de participación, de integración contextual, de práxis, de la
posibilidad de ser sujetos activos, sujetos integrados en nuestro mundo.
No
oímos hablar, ni por activa ni por pasiva, y posiblemente nuestros maestros y
maestras tampoco. ¿Era, ya entonces, un contrasentido sistémico que las
maestras y los maestros utilizaran según que métodos pedagógicos?
No oímos hablar, ni por activa
ni por pasiva, ni nuestras familias tampoco. Fueron no-formadas y acomodadas a
la realidad que se les presentaba.
¿ Fuimos indirectamente oprimidos? ¿La omisión implica una sutil
opresión ?
El siguiente curso fui
ingresado en otro lugar llamado del
mismo modo, escuela pública, en la que estuve cuatro años más. Lo que más me sorprendió de aquel lugar fue
cómo nos dirigíamos a los ya hombres sabios y poseedores de la razón.
Utilizábamos, casi de forma natural, junto a
su nombre una especie de sufijo: Don
Fulano, Don Mengano, Don Zutano... Así
era como los llamábamos por motivos de respeto.
Destacaría de aquel lugar lo selvático de las relaciones humanas y académicas. Mis recuerdos no son, en este
caso, demasiado felices.
Evidentemente (y los motivos
pueden ustedes comprarlos en cualquier centro comercial) no oímos hablar, ni
por activa ni por pasiva, ni de forma literal ni en sentido figurado, ni
directa ni indirectamente, ni en teoría ni de forma práctica, de autonomía, de elección,
de autogestión de aula, de autogestión del aprendizaje, de responsabilidad, de responsabilidad
colectiva, de sistema capitalista, de las dependencias del sistema educativo ni
de reproducción de relaciones sociales, culturales, laborales, económicas...
No oímos hablar, ni por activa
ni por pasiva, y posiblemente nuestros maestros y maestra tampoco. ¿Era demasiado subversivo?.
No oímos hablar, ni por activa
ni por pasiva, ni nuestras familias tampoco. Fuero no-formadas en la gestión de
su propio proceso económico, social, político y en el proceso educativo de sus
hijos e hijas.
¿La responsabilidad colectiva se puede transmitir, educar? ¿Lo
contrario es educar en la irresponsabilidad?
Se terminaba mi andadura por la
escuela pública y cuando pensaba que todo había terminado ya para siempre...
¡Zas! El Instituto Público apareció ante mis ojos. Los licenciados y licenciadas
nos esperaban cargad@s de saber, cargad@s de nuevas instrucciones y nuevas y
complejas tareas. Allí l@s podíamos tutear, casi éramos ya hombres y ya mujeres.
Si queríamos acceder al súmmum de conocimiento y saber de la humanidad, la
UNIVERSIDAD PÚBLICA, había que pasar por el tubo. ¡Y qué tubo! Recuerdo la
forma de cedazo que tenía aquel Instituto Público...
Evidentemente (y los motivos
podemos encontrarlos en diferentes libros de autoayuda) no oímos hablar [...] de
política, de acción política, de democracia, de democracia participativa, de formación
democrática, de organización social, de asociacionismo, de asamblearismo, de crítica, de cooperación, de autodirección
... Creo recordar alguna huelga pero no los motivos de la misma.
No oímos hablar [...] y
posiblemente nuestros maestros y maestras tampoco o no eran contenidos
curriculares... ¿Hubieramos suspendido la selectividad?
No oímos hablar [...] ni
nuestras familias tampoco. Fueron no-formadas para votar cada cuatro años...
Si la escuela debe enseñar a vivir en el mundo en que se encuentra, ¿qué
mundo nos enseñaron a vivir? ¿en qué mundo nos encontrábamos y nos encontramos?
Por motivos propios de otro
debate entré en la ESCUELA DE MAGISTERIO de la UNIVERSIDAD PÚBLICA DE
BARCELONA. Aquello sí que eran palabras
mayores, mayúsculas. No puedo quejarme excesivamente ya que,a esta institución
pública de educación, accedí por mi
propio pie y bajo mi responsabilidad. Recuerdo salir bastante decepcionado a
nivel formativo pero emocionadísimo al descubrir los muchos aspectos
no-académicos que allí se trataban entre bares, parques y plazas.
Allí sí que oímos algún susurro
en la lejanía acerca de Freire y algún
otro autor, que hablaba de todo lo
anteriormente enmudecido. Aquel susurro, pero, llegaba distante, lejano, distorsionado,
como en blanco y negro, como si no formase parte más que de una historia
remota, obsoleta, sin relación ninguna
con nuestro presente, con nuestra futura tarea de educar.
¿Nos engulleron como parte integrante del sistema de reproducción de
saberes y, por ende, de reproducción de relaciones sociales, políticas, culturales,
laborales, económicas...?
Después de esto ¿qué se puede
esperar de mí [nota1]? ¿Seré yo
un maestro que hable a mis alumnas y alumnos [nota2] de algo no incluído en el currículo establecido por la administración
publica de turno ? ¿Dialogaré, tal vez,
con mis compañeras y compañeros de aspectos distintos a los propuestos
en los libros de texto? ¿Discutiré, acaso, las leyes educativas hechas,
re-hechas y recauchutadas por los
diferentes partidos políticos que llegaron al poder legítimamente?
¿Discutiré, válgame, las consignas de mi director, mi nuevo jefe de personal? ¿Se me pasará por la cabeza discutir los
criterios de aquellos sindicatos que han luchado
por una educación pública de calidad durante tantos y tantos años?
¿Seré algo más que una pieza más del engranaje de la reproducción
social?
Definitivamente,
NO, no puedo ser más que un gran opresor, un opresor mayúsculo: OPRESOR!
[nota1] Desearía, para no crear
alarma social, aclarar que mi caso es un caso marginal. Opresores mayúsculos, OPRESORES, como yo ya sólo quedan unos cientos y, ciertamente, en un estado
cercano a la putrefacción mental. En cambio son miles, cientos de miles, las maestras y maestros
progresistas, de lateralidad supuestamente
definida, que vertebran sus clases, sus contenidos, sus metodologías, sus
proyectos educativos, las agrupaciones, los espacios, los materiales, las formaciones de familias, los horarios, las
formaciones de más maestras, la atención
a la diversidad... entorno a todo lo expuesto en esta mierda de artículo.
[nota2]: Quisiera, quizás ya con
un cierto retraso, pedir disculpas a todas y todos los alumnos que han pasado
por mis cursos, que han sido OPRIMIDOS
por mí, y que espero algún accidente les haya hecho salir del redil del
pensamiento único en el que tanto he contribuido con mi discurso vacío,
esteril, imparcial y mío por delante de
nuestro. Mis más sinceras disculpas.
¿Para cuándo un
movimiento de maestras y maestros por la revolución pedagógica?
David Sánchez Sánchez
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